Llanes: el porqué de su devoción
La rápida propagación de la resurrección de Jesús puso en serio peligro a los más cercanos, sobre todo a la principal testigo. Existen varias leyendas sobre el destino de María de Magdala tras la Resurrección. Una tradición oriental asegura que después de Pentecostés partió junto a la Virgen María y san Juan a Éfeso donde murió, y sus reliquias trasladas a Constantinopla en el año 886 d.C.
Hay otra corriente más potente, la llamada tradición francesa u occidental que sostiene que a consecuencia de la muerte del pro mártir san Esteban, la Magdalena, junto con sus hermanos Lázaro y Marta, y varios discípulos se embarcaron en una pequeña nave y arribaron a las costas galas. Las sucesivas invasiones que sufrió la región borraron muchas huellas del pasado. Pero existen indicios históricos hacen muy factible que María Magdalena llegase a Francia. Allí, la Magdalena predicó las enseñanzas de Jesús, hasta que se retiró a una gruta cerca de Aix-en-Provence-conocida desde entonces como la Sainte-Baume. La tradición narra que hacia vida terrestre y celestial arrebatada por ángeles y conducida al cielo a la presencia del Señor. Poco antes de su muerte fue trasladada milagrosamente a la capilla de san Maximino donde recibió los últimos sacramentos y fue enterrada allí.
El presbítero Casiano fue el encargado de conservar sus restos, estableciendo una comunidad de religiosos llamada casianistas, que veneraron su cuerpo desde el siglo IV al siglo XIII. Las invasiones y los siglos los hicieron desaparecer hasta que en 1279 Carlos II, rey de Nápoles, ordenó la construcción en la Sainte-Baume de un convento para los dominicos, hallando intacto un sepulcro con la siguiente inscripción: «Hic requiescit corpus Mariae Magdalenae» (Aquí reposan los restos de María Magdalena). Años antes, en 1187, se encontró en Tarascón otro sarcófago con una inscripción muy similar: «Beata Martha Jacet Hic” (Aquí yacen los restos de la bienaventurada Marta). Respecto a Lázaro, sus reliquias se encuentran en la catedral de Autun, consagrada a él.
LA MAGDALENA Y LOS TEMPLARIOS
Durante las Cruzadas se suscitó un intenso fervor por las santas reliquias. Corrió el rumor de que el Conde de Provenza -al fundar la abadía borgoñesa de Vezélay en el siglo IX- había trasladado secretamente allí los restos de la Magdalena. En 1103 el Papa Pascual II autorizó por bula una romería con el objeto de estimular la devoción a la Santa. Entre sus más destacados seguidores hallamos a los Caballeros del Templo de Salomón. La “eminencia gris” de la Orden de los Templarios fue Bernardo de Claraval (san Bernardo) monje intelectual y combativo que sentía una profunda devoción hacia María Magdalena y las llamadas “vírgenes negras.” Llegó a escribir hasta noventa sermones acerca del Cantar de los Cantares. Lectura sagrada de la festividad de santa María Magdalena. Su veneración llegó al punto de predicar en Vezélay -ante el rey Luis VII- la Segunda Cruzada el 31 de marzo de 1146 (día de la Pascua). En 1190 Ricardo Corazón de León y Felipe Augusto también eligen este lugar como punto de partida de la Tercera Cruzada.
Vezélay y Aix-en-Provence se disputaban el honor de guardar las santas reliquias. Hasta que por bula del 6 de abril de 1295 el Papa Bonifacio VIII declaró verdaderos los restos hallados en san Maximino, causando el declive de la abadía borgoñona y el apogeo de la Provenza.
La relación de La Magdalena y los templarios es palmaria. Sería muy larga para exponerlo aquí, pero invitamos a nuestros lectores a investigar el tema, es un tema muy interesante con mucha bibliografía hoy día. (Pueden consultarla en el apartado: bibliografía acerca de santa María Magdalena).
LA MAGDALENA Y LOS REYES DE FRANCIA
La devoción de los monarcas franceses hacia María de Magdala es una constante en el tiempo. Tanto Luis XI, como su hijo Carlos VIII continúan esa veneración aprendida de sus antepasados. Le siguen su primo y sucesor, Luis XII (último rey de la dinastía Valois-Orleáns) y su esposa Ana de Bretaña. Hacía 1438 el rey René de Anjou poseía un cáliz con una curiosa inscripción: “El que beba a fondo verá a Dios; el que la apure de un solo trago, verá a Dios y a la Magdalena”. Francisco I, en 1515 tras la batalla de Marignan acude ante la Santa a dar gracias por la victoria, ordenando ampliar la hospedería de la Cueva Santa. Prosiguieron el ejemplo de sus predecesores, Carlos IX y Luis XIII, hasta que Luis XIV (el rey Sol) fue el último monarca que visitó la Sainte-Baume el 4 de febrero de 1660 en compañía de su madre Ana de Austria.
Ningún otro sepulcro -a excepción del de Jesucristo en Jerusalén; el de San Pedro en Roma o el del apóstol Santiago en Compostela- recibió tantos homenajes como el de Santa María Magdalena. Baste decir que en el año 1332 se postraron ante él cinco reyes: Felipe de Valois, rey de Francia; Alfonso IV, rey de Aragón; Hugo IV, rey de Chipre; Juan I de Bohemia, conde de Luxemburgo y Roberto I de Anjou, rey de Sicilia. También visitado por siete papas: Juan XXII, Benito XXIII, Clemente IV, Urbano V, Gregorio XI, Clemente VII y Benedicto XIII. Y un dato curioso: la Cueva Santa fue respetada durante la Revolución francesa.
Ya en el siglo XIX, el padre Jean-Hernry de Lacordaire reinstaló a los dominicos en la Sainte-Baume y en la basílica de San Maximino. A principios del s. XX fue descubierto en la Universidad de Oxford -cuya patrona es Santa María Magdalena, y unos de sus “colleges” se llama Magdalen College- un manuscrito atribuido a Raban Maur, arzobispo de Maguncia en el s. IX, que narra la vida de la Santa. Estos escritos, junto con otros documentos hallados en La Sorbona de París fueron la base sobre la que el abate Faillon reconstruyó la historia de la santa. A estos se añaden el descubrimiento en 1945 de los manuscritos de Nag- Hammadi (Egipto), que arrojan otros datos sobre María Magdalena.
EL CAMINO DE SANTIAGO: LA “VÍA LEMOVICENSIS”: LA MAGDALENA Y LLANES
El culto a Santa María Magdalena tiene un claro origen medieval ligado al Camino de Santiago. En el 1130 ya están fijadas en Francia las cuatro rutas de peregrinación, de ellas la segunda vía, vía Lemosina o Lemovicensis parte de la abadía románica de Santa María Magdalena de Vezélay, en Borgoña, donde se veneraban a sus restos. Son los peregrinos de la ruta jacobea, junto con los monjes benedictinos, procedentes de Francia quienes extendieron la devoción. En 1297, los dominicos la nombran patrona de la orden con el epíteto de: “Hija, hermana y madre de su Orden”.
En Asturias el culto a la Magdalena se extiende por toda la región. A principios del s. XII se crea el hospital para leprosos de Santa María Magdalena de la Malatería de Ardisana. Las malaterías aumentaron desde el s. XIV hasta el s. XVIII cuando son suprimidas creándose el Hospital Provincial. Hasta ese momento hallamos veintisiete bajo las advocaciones de Santa María Magdalena y San Lázaro.
Respecto a la devoción en Llanes es simultánea al origen de la Puebla de Aguilar, siendo Santa María Magdalena su primera patrona. Algunos opinan que su capilla fue el primer templo de la Villa, pero que tras la concesión del Fuero de Llanes, se hizo necesario un templo mayor para dar cabida a los fieles. Es difícil indicar una fecha exacta para la construcción de la capilla, se data entre los siglos XIII- XIV. Aunque la tradición, y Tirso de Avilés le otorgan una antigüedad posterior. La ubicación de la misma refrenda esta opinión al estar intramuros de lo que formaba la antigua Puebla de Aguilar. Aspecto éste que nos subrayan los cantares del Bando: “Antes de Llanes ser Llanes, sino Puebla de Aguilar, ya tenía la Magdalena, en nuestra villa un altar”. Diversos expertos como Francisco Mijares Mijares, Demetrio Pola, Fermín Canella o Mª de la Cruz Morales Saro, manifiestan la misma opinión. No hay duda del enorme arraigo de La Magdalena en Llanes desde tiempo inmemorial.
La capilla sufrió varias remodelaciones debidas a los incendios que padeció. En 1481 Llanes es incendiado por don Diego Fernández de Quiñones y sus huestes, como represalia contra los llaniscos, que se oponían a sus ambiciones, destruyendo la Villa casi en su totalidad. El segundo incendio de Llanes, acaeció durante la invasión francesa por las tropas de Napoleón Bonaparte.
A pesar de las reformas, la capilla mantiene su estructura plenamente popular. Presenta una nave única y rectangular, fachada sin pórtico, portada apuntada sobre impostas, óculo, saetera y espadaña, cabecera recta, vanos apuntados, tres tramos interiores abovedados de crucería y arco de triunfo de medio punto sobre impostas. Debido a los incendios su retablo primitivo y la imagen de la Santa desaparecieron, por lo que carecemos de datos acerca de ellos. El retablo actual es de estilo gótico, encargado por doña Adela Bernaldo de Quirós y Mier en 1923.
Respecto a la imagen de la Santa, corresponde a la de penitente en el arte cristiano de la Edad Media en adelante sobre todo a partir de la Contrarreforma, como consecuencia del esfuerzo de la Iglesia para fomentar la penitencia. Vestida con un sayal, lleva la melena suelta y ondulada, en las manos porta un crucifijo al que dirige su compungida mirada, va descalza y a sus pies porta un frasco de plata, en representación al de alabastro que contenía el perfume de nardo con que ungió a Jesús de Nazaret. Se trata de una imagen típica de la iconografía más popular de la Magdalena, sin embargo, en los primeros siglos del Cristianismo tenía otras representaciones. Bien con los clavos de Cristo en sus manos, iconografía que da lugar a confundirla con la Virgen, y que algunos denominan “virgen de los clavos”, sin embargo es una de las primitivas imágenes de María Magdalena, o con una luz o antorcha como símbolo de la Resurrección.